¿SERÁN LOS ZAPATOS?


Quizá podrías cambiar de zapatos- dijo con tono maternal.
-Mis zapatos están bien, son los que he usado siempre y me han servido para lo que los necesito- contestó Julián.
El Hada, miró el camino que se venía por delante y argumentó –Sí, a veces, los zapatos cumplen su cometido, pero hay algunos que se adecuan más para la ocasión. Unos buenos zapatos de montaña permiten caminar mejor en la montaña, y unos buenos zapatos de trotar convienen mucho en ciertas ocasiones, todo depende del camino que harás. A veces, en algunas oportunidades, no se llega a Destino porque los zapatos no eran los adecuados- continuó como al pasar, mientras aparecían zapatos desde los árboles y arbustos. Arriba de la cabeza del Hada, en un añoso sauce que mecía melancólicamente sus ramas, aparecieron unos zapatos de caminar de color azul con ribetes verdes, reforzados con superpopelinolatrinaesternilazona de ochenta milímetros que “hacen caminar sobre nubes”, decía el letrero que pendía de los cordones. Más allá, en una gran mata de murtas aparecieron unos hermosos zapatos de color burdeo suave, que hacían combinación con las murtillas. Tenían unas pequeñas aplicaciones blancas por los costados y se ajustaban con ese invento del siglo veinte llamado belcro. Reforzados, especialmente, con hiperestrogutamiladonaferucilaza de dos milímetros, ya que la hiperestrogutamiladonaferucilaza de buena calidad, no necesita mucho espesor para caminar, como si fuera “sobre el espacio sideral”, o sea como si el piso no se tocara, según la propaganda que le colgaba de uno de sus costados. Y así continuaron apareciendo zapatos por todos lados, hasta que pasó una gran araña electrónica que en cada par de patas llevaba zapatos distintos, los cuales iban con su respectiva recomendación y sobre la cabeza de la araña un jockey que decía, “Modelo de Zapatos marca Acmé”.
-No me cambiaré los zapatos-gritó enojado- son los que he usado siempre, me molesta que me hables de mis zapatos, por qué no me dices que la polera no es la adecuada, que los pantalones son muy cortos o que debería llevar gorra como la araña. Por qué te empecinas con mis zapatos, si mis zapatos andan bien-.
El Hada miró fijamente la polera azul sin mangas, la que no serviría cuando cayera la noche y el frío iceberiano se colara por entre las montañas, tampoco le servirán para el Valle de Espinos esos pantalones cortos y, claro haría falta una buena gorra para cuando cruzara el Desierto Ennegrecido, pero definitivamente, los zapatos no eran adecuados.
-No digas que no te lo advertí -dijo la mujer- mientras guardaba los zapatos, acompañada de un pequeño ciervo que cargaba en su cuerno una canasta, donde los depositaba amorosamente.
-Los zapatos son muy importantes. La vida no se puede recorrer sin un buen par de zapatos –mientras desarmaba la araña, antes de marcharse. Julián pensó que seguramente esa vieja señora era un mercader plusultraneoliberal, que sólo quería engatusarlo con sus productos y, que finalmente para pagar le ofrecería alguna tarjeta plástica maravillosa, con la cual estaría sometido al reino de Bluog toda su vida y, él iba en busca de su libertad. En estos pensamientos se encontraba absorto cuando escucho la voz de la mujer que le decía suave pero alto -definitivamente son los zapatos, y estos eran gratis, no hay peor ciego que él que no quiere oír, ni sordo que él que no quiere ver-.

Transcurrieron ciento ochenta noches, y algunos días menos, porque cuando no soportaba el dolor de pies, solía dormir el día también, y entonces estos días dormilones no contaban. Pero las noches, las dormía todas, así que estaban totalmente registradas. Esa tarde cuando ya pensaba en abandonar la caminata se encontró con un arroyo, trato de correr hacia él, pero no pudo, el dolor de pies era insufrible. Camino lentamente por entre mofas, espinos, quejidos y suspiros. Al llegar a la orilla se sacó los zapatos y metió los pies en el arroyo. Sentía como lentamente le subía la sensación de frescura. De pronto, sintió un grito, que le saco los pies del agua y le descosió la manga derecha, de la polera sin mangas.
-¡Podrías cambiar de zapatos, antes de meter tus pies en mis aguas!-
Miró para todos lados, hasta que se percató que era el arroyo quien hablaba
-Es que he caminado mucho y a veces no soporto el dolor de pies-.
-Claro, deberías cambiar de zapatos- acotó el arroyo y acto seguido le dijo calmadamente- si quieres mando a llamar al Hada de los zapatos, seguro tiene el adecuado para ti, de hecho ayer trajo unos zapatos color marrón de suela de espermatoheptilosuperhiperestragonicos, que eran una maravilla para caminar sobre agua-
Julián suspiró hondo, miró al arroyo con rabia e insistió, esos eran los zapatos de charol tipo espotifico que usaba su padre y que, según contaba él, le habían permitido triunfar en la vida. ¿Por qué habría de cambiarlos?, si a su padre le habían servido.
El arroyo puso cara de algo no está bien aquí y pregunto-¿cuándo en las noches vas a tomar una decisión, escuchas la voz de tu padre aconsejándote?
-Por supuesto, él jamás me abandonaría.
El arroyo se cubrió la cara con un grueso manto de bruma nocturna y diagnosticó- caso típico de Pater Familus incrustumus severus. Y luego agregó con voz analítica - ¿y tu padre caminaba mucho?-
Julián se quedó pensando un rato antes de contestar – no el trabajaba en el Porfinatoestremus, era administrativo-
-Ese es el problema- dijo el arroyo- Él los utilizaba para otras cosas, estos zapatos no son para caminar.
Julián se levantó, comenzó a calzarse muy enojado, mientras pensaba en que tenía todo el mundo contra sus zapatos. Continuó su camino, mientras el arroyo susurraba -que si no tomaba la decisión de cambiar de calzado no llegaría a Destino-
Al tomar el sendero, pensó que necesitaba cambiar de polera y pantalones pues el frío iceberiano ya comenzaba a sentirse y eso le impediría la marcha.

La primavera comenzaba a derretir las gruesas capas de nieve, cuando Julián decidió que era hora de continuar su camino. Se sentía un poco acongojado, pues la verdad, no había avanzado mucho y a ese ritmo no llegaría a Destino. Había cambiado la polera por un súper suéter de cabilenuscachimiruspolerus y los pantalones por unos reforzados conchiporinusesteticusmensus pero no lograba avanzar.
-Quizá podrías cambiar de zapatos- le dijo el Hada, que se encontraba sentada arriba de una estalactita de diamantes, que pendía de una pared de la montaña.
Julián se sorprendió de verla nuevamente y con tono enfadado agregó- ese tema ya lo hablamos-
-No lo suficiente- lanzó el Hada las palabras al aire, como una saeta luminosa, y agregó –lo que no entiendo es por qué puedes cambiar polera y pantalones y no haces caso con los zapatos.
-simple-argumentó Julián- mi padre no utilizaba esa polera y esos pantalones-
El hada se quedó pensativa, su amigo el arroyo no estaba tan equivocado con su diagnóstico, pero algo no le calzaba, y no eran precisamente los zapatos de Julián.
- ¿Tu padre nunca cambió de zapatos?
Julián, recordó aquel día en que su padre lo reprendió por no haber realizado las tareas que le había encomendado, se encontraba calzándose los zapatos de charol tipo espotifico, mientras le conversaba de las responsabilidades de la vida y luego de un largo discurso agregó-estos zapatos me han hecho triunfar en la vida- en la tarde le avisaron a la familia que el gran meteorito ocho mil quinientos sesenta y cinco había caído sobre el Porfinatoestremus y no hubo sobrevivientes. De ahí para adelante, él nunca se había quitado los zapatos de charol tipo espotifico, que habían llevado a triunfar a su padre. Dos lágrimas rodaron por cada una de sus mejillas. El Hada se conmovió ante tan primitiva manifestación y, sintió un estremecimiento casi humano que le apretaba el corazón.
-Quizá ahora, podrás cambiar de zapatos y tomar tu camino- le dijo amorosamente, mientras lo abrazaba.

1 comentario:

ticus dijo...

Hola, gradable, simpático, fácil de leer y tambien deja para pensar.
leido en fámilia.
debe ser muy simpatico escucharlo por su autora ¿podria tener audio ?Bueno creo que es mucho pedir.

Gracias por compartirlo


Héctor